DIVERSIDAD CULTURAL: RESISTENCIAS Y ENTUERTOS

Leif Korsbaek
Héctor Ruiz Rueda
Ricardo Contreras Soto

Arribo de forasteros

Hacia el año 500 antes de nuestra era, al actual valle de Acámbaro se inmigraron grupos humanos foráneos estableciéndose de manera permanente. Arribaron a una zona donde no existía huella previa de actividad humana. Llegaron e iniciaron a practicar una agricultura que ya conocían, construyeron casas, altares y tumbas según las tradiciones de que eran portadores. También elaboraban en cerámica figuras y recipientes tanto utilitarios como rituales, con virtuosismo técnico y conceptual, propio del artesano especializado que domina su oficio. El sedentarismo de los recién llegados se manifiesta además en las aldeas permanentes que edificaron, construyendo vivienda con muros de adobe y piedra, planta circular e incluso, ocasionalmente, estructuras de piedra para el desagüe; empleando materiales locales para realizar tareas aprendidas en otra región.

Sus orígenes geográficos, culturales y étnicos aún se encuentran bajo debate. Lo cierto es que, una vez asentados en el valle de Acámbaro, y posiblemente en la cuenca norte del lago de Cuitzeo, estos grupos humanos permanecieron, en general, por al menos 700 años. Luego al parecer sus asentamientos desaparecieron. Los grupos sedentarios posteriores se ubicaron al norte de esta zona y se desarrollaron a partir del siglo que va del 300 al 400 de nuestra era, formando un gran sistema regional de sociedades emparentadas, hasta su desaparición como tales hacia el año 900.

En cuanto a su cultura material cabe añadir la refinada técnica alfarera que desplegaron en su producción cerámica, con formas diversas, acabados finos y decoración compleja que hoy nos asombran y que en la antigüedad ellos desarrollaron, añadiendo unas siluetas, sustituyendo otras, cambiando formas y técnicas, colores y temas. En Chupícuaro se observan cambios que denotan serias transformaciones sociales. Hacia su etapa final la arquitectura doméstica cambia, de planta circular u oval, a una planta cuadrangular. Aunque faltan datos directos de las excavaciones, o éstos no han sido publicados, este cambio en el patrón constructivo sugiere una transformación social en el sentido del paso de una sociedad caciquil levemente estratificada, a una jerarquizada en sentido pleno, en la cual a las desigualdades sociales observables en los enterramientos de elite corresponde una jerarquización del espacio doméstico. Mientras que desde la perspectiva antropológica las plantas circulares están relacionadas con un relativo igualitarismo doméstico, la planta cuadrangular permite y es producto de una partición del espacio construido y el uso diferenciado de éste, con diferente acceso al calor del hogar, a la luz de día, la ventilación, con diferente grado de control sobre los distintos espacios internos. Es decir, el espacio construido se jerarquiza y ello es indicador de cambios análogos en la sociedad en su conjunto a diferentes niveles. El patrón de asentamientos para las sociedades tipo Chupícuaro no ha sido estudiado aún. Este aspecto, en cambio, ha sido trabajado ampliamente para un fenómeno posterior y sobre esos datos se ha hecho no poca reflexión teórica, aunque aún dispersa. Se trata del caso de los sitios arqueológicos de patio hundido, 147 de los cuales han sido registrados en el proyecto Atlas Arqueológico de Guanajuato, desde 1985. Este fenómeno no ha sido explicado en términos sociológicos y demográficos, pero parece tratarse de un reacomodo poblacional durante el Clásico, o bien una oleada migratoria desde territorios donde deberíamos hallar los antecedentes culturales de los patios hundidos. Como patrón arquitectónico sólo existe en el Bajío, de lo cual se desprende su originalidad. Existen conjuntos arquitectónicos que sugieren alguna influencia a manera de antecedente. Es el caso de la Ciudadela en Teotihuacan, o el patio cerrado de Monte Albán. Personalmente insisto en que es significativo el hecho de que ni en un caso ni en el otro estamos ante un patrón. La única región donde quizá a mediano plazo pudiera ser hallado un patrón equivalente es el estado de Guerrero, donde hay noticias de arquitectura similar, aunque la distancia entre esa región y la nuestra deberá ser tomada en cuenta en el momento de plantear una posible relación entre ambas.

En ese universo, en la arquitectura monumental abajeña se observan diferencias significativas en volumen construido por sitio, en área de influencia y recursos controlados. En función de estas variables se establece, a modo de propuesta, la existencia de sitios rectores y de una periferia tributaria en torno de cada uno de ellos, pero compartiendo todos ellos un estilo arquitectónico que, no obstante sus variantes, es considerado en términos de su unicidad. Falta, como se ha señalado en un par de publicaciones, dar profundidad histórica al análisis de este fenómeno cultural, distinguiendo las variantes tempranas y tardías de este estilo, además de los rasgos locales. En el presente trabajo hemos dejado de lado un aspecto importante que, sin embargo merece un tratamiento más detenido. Es el simbolismo de esa arquitectura de los patios hundidos, que considero ante todo una arquitectura de poder, ya sea que se trate de los sitios mayores, de los intermedios o los menores. Son espacios que, por sus rasgos formales, crean las condiciones para el acopio del tributo, para su control y defensa. Los edificios de patio hundido permitieron proteger un bien precioso, el producto excedente entregado como tributo a la elite local, que a su vez remitía una parte de éste al sitio de mayor jerarquía. Pero sobre todas las cosas, los patios hundidos permiten la protección y defensa de la propia elite respecto de sus súbditos.

La paradoja

Mediante lo expuesto he mostrado rasgos de estas sociedades que sugieren regímenes sociales, economías y modos de vida contrastantes. Para concluir es preciso mencionar la paradoja que se observa en todo ello. Desde una perspectiva del particularismo histórico, los contrastes aquí expuestos se deberían incluso acentuar, considerando el determinismo geográfico que caracteriza ese enfoque. No obstante, el desarrollo, durante cerca de diez siglos, de esas sociedades sedentarias en una región originariamente habitada por cazadores recolectores nómadas e igualitarios, no significó una confrontación generalizada, ni siquiera frecuente, que pudiera aparecer en el registro arqueológico. Desde la perspectiva evolucionista pura, estos sistemas son excluyentes, pues el mencionado en primer término resulta ser temporalmente anterior al otro, y evolutivamente inferior. Más todavía, uno niega al otro, en el sentido de que la etapa de los agricultores significa el resultado del desarrollo de las sociedades de cazadores recolectores, que crecen o evolucionan por una senda determinada… ¡por la teoría! En otras palabras, para que una sociedad prehistórica se convierta en antigua, o una nómada en sedentaria, primero tiene que dejar morir su salvajismo para devenir una sociedad, bárbara, antesala de la civilización. Podemos admitir en virtud de lo expuesto, que efectivamente se trata de sistemas contradictorios entre sí, en la medida de que su actitud hacia la naturaleza es cualitativamente distinta y en ese sentido hablaríamos de una competencia por los mismos recursos, pero con bagajes culturales divergentes. Una sociedad es libre de la explotación del hombre por el hombre, y es libre también de campear por amplios horizontes, mientras que otra sociedad es presa de su elite gobernante. A ello agregaríamos que está anclada a la tierra, la cual debe hacer producir para mantener ejércitos de artesanos y constructores, pero sobre todo para sostener a un grupo que mediante argucias ideológicas (que llegan a ser indispensables para unos y otros) evade el trabajo físico. Y, a pesar de todo ello, en el registro arqueológico del Bajío no existe un patrón arquitectónico de estructuras defensivas como tales. Es nula o muy escasa la huella de violencia generalizada. Plazuelas y San Bartolo Aguacaliente serían dos ejemplos notables pero que no han sido suficientemente investigados ni discutidos en estos aspectos. Por tanto, podemos afirmar que, a lo largo de un milenio, con algunos intervalos no demasiado significativos, dos tipos contrastantes de sociedades coexistieron en un territorio que llegaron a compartir. Por sus orígenes y antecedentes culturales podríamos afirmar que hablaban lenguas distintas, y sin embargo ni su historia, ni su lengua ni su cultura impidieron esa coexistencia, esa convivencia relativamente pacífica. Más aun, deseo destacar que, por encima de esa contradicción y potencial antagonismo de dos sistemas opuestos, la evidencia arqueológica nos indica una interacción entre ambas sociedades, un muy probable intercambio de bienes de subsistencia, además de un recíproco enriquecimiento intercultural que debe ser motivo de ulteriores reflexiones.

Resumen de fuentes consultadas

Beekman, Christopher S., "Los estudios de caso históricos y su contribución al estudio arqueológico de los 'sistemas políticos'", Relaciones, No. 82, Vol. XXI, El Colegio de Michoacán, Zamora, 2000, pp. 19-38.

Blanton, Richard, Houses and Households: a comparative study, Plenum Press, New York, 1994.

Castañeda L., Carlos, Un antiguo señorío en el Bajío guanajuatense. San Bartolo Aguacaliente, Tesis de maestría, Universidad Veracruzana, 1992.

Castañeda L. et al., Zonas arqueológicas en Guanajuato, Ed. La Rana, México, 2007.

Darras, Véronique, y Brigitte Faugère, "Chupícuaro, entre el Occidente y el Altiplano central. Un balance de los conocimientos y las nuevas aportaciones", Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico, Coord. Brigitte Faugere. Colmich – CEMCA, 2007.

Gándara V., M., "La analogía etnográfica como heurística: lógica muestreal, dominios ontológicos e historicidad", Etnoarqueología: Primer coloquio Bosch-Gimpera, Editado por Yoko Sugiura y M.C. Serra, México, UNAM, 1990.

Manzanilla, L. (editora), Unidades habitacionales mesoamericanas y sus áreas de actividad, México, UNAM, 1986. Martínez Bravo, F.J., "El patio hundido en la arqueología de Guanajuato: del concepto estático a la categoría histórica", en Archivo Histórico Municipal de Irapuato, Boletín 3, Ayuntamiento de Irapuato, 2009, pp. 109-125.

 

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